
HISTORIA
Los inicios históricos del Santuario de Santa María de Guadalupe se remontan a finales del siglo XIII, en concreto a una pequeña ermita primitiva, levantada en honor de la imagen de una Virgen encontrada en las proximidades del río Guadalupe.
A principios del siglo XIV, en época de Alfonso XI, y constando como primer custodio del lugar Pedro García, se edificó la segunda iglesia, cuyo tamaño seguiría sin poder acoger la afluencia creciente de peregrinos que venían atraídos por las leyendas de la Virgen, en un tiempo en el que el peregrinaje religioso y el culto mariano eran motivos principales para emprender el viaje.
Fue precisamente Alfonso XI quien haciendo llegar al Papa Benedicto XII su preocupación por el estado de esta iglesia, consiguió que éste, mediante bula papal Dum ad personam, desde su sede en Avignon (Francia), encomendara levantar un gran santuario mariano al cardenal Pedro Barroso, primer rector, que realizó la obra a través de su procurador Toribio Fernández de Mena entre 1335 y 1337.
En 1340, tras la batalla del Salado, Alfonso XI mando de nuevo “ensanchar y ennoblecer con honrados beneficios” el templo anteriormente mencionado. Asimismo, distinguió al santuario con el priorato secular, que pide que sea instituido canónicamente, y el patronato real, para el que se solicita el mandato de la autoridad diocesana, siendo presentado como primer prior, don Pedro Gómez Barroso.
En 1341 se acometió la mencionada ampliación del templo, proseguida por el que fue el segundo prior, Toribio Fernández, a través del maestro mayor Joan Alonso, que abrió la entrada lateral con bóveda rebajada y ocho escalones que ahora se usa como entrada principal al templo. Asimismo, construyó la Torre de las campanas, la de San Gregorio y otras edificaciones de fortificación y engrandecimiento. Estas obras fueron continuadas por el tercer prior, Diego Fernández, hasta 1383.
En 1389 se alza la iglesia de Guadalupe en monasterio, y se produce la conversión del mismo a la Orden Jerónima, estableciéndose como primera comunidad 32 monjes, venidos desde el Monasterio de San Bartolomé de Lupiana (Guadalajara).
Entre las reformas y ampliaciones obradas por el primer prior regular del monasterio en estas fechas, fray Fernando Yáñez de Figueroa, se cuentan la edificación del coro y el antecoro, el cimborrio sobre el crucero del templo y la capilla de Santa Ana, de fachada gótica.
Durante 426 años, el monasterio tuvo un curso de normalidad, oración, asistencia a los hospitales existente en derredor, trabajo, estudio y cultivo de las artes del bordado y escribanía. Dos fechas históricas rompieron ese largo periodo, la Constitución de 1812, que recogía la extinción de los señoríos jurisdiccionales, y la exclaustración de 1835, que puso fin a la Orden jerónima en Guadalupe.
Desde 1935, el monasterio pasó a ser parroquia secular dependiente de la archidiócesis de Toledo, quedando en una situación de semiabandono del que fue saliendo gracias a varios acontecimientos:
En 1879 se declara el santuario Monumento Nacional y se inicia una campaña pro restauración apoyada por varios escritores de renombre. En 1906, se produce una peregrinación regional que reanuda las romerías al santuario extremeño y se declara el Patronato de Nuestra Señora de Guadalupe sobre Extremadura.
Consecuencia directa de este resurgir, fue la llegada al monasterio de la Orden Franciscana en 1908, por mandato de Alfonso XIII, que lleva dedicada a su cuidado más de un siglo restaurando y ampliando su fisonomía.
La declaración de Monumento Histórico-Artístico se amplía a todo el Monasterio en 1929. Poco después, en 1955, Pío XIII eleva el santuario a la categoría de Basílica, y en 1983, el Ayuntamiento de Guadalupe concedió el título de Hijo Adoptivo de Guadalupe a la Orden Franciscana.
Nuestro monasterio, recibió la Medalla de Extremadura en 1992, concedida por decreto de la Junta regional, y en 1993 este insigne lugar es declarado por la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, La Ciencia y la Cultura) Patrimonio de la Humanidad.
Las reformas más notables que han modificado parcialmente el Monasterio en las últimas décadas han sido la construcción de un gran comedor proyectado por el arquitecto Rafael Moneo, y un nuevo pabellón de habitaciones, entre los años 1991 y 1994.
La magnitud de la edificación aconseja un cuidado constante y obliga a un mantenimiento permanente tanto del edificio, como de los tesoros que guarda en su interior. Bajo estas premisas, en 2009 se remodela el Museo de Bordados y Casullas, iniciando una revisión museística del espacio interior.
En cuanto a las visitas de personalidades que se han acercado al lugar sagrado a lo largo de la historia son tan numerosas que llenarían varias páginas. Guadalupe ha sido visitado por miembros de las familias reales de toda Europa, especialmente por los monarcas españoles, desde la época de Alfonso XI, su gran benefactor. Desde Cristobal Colón hasta Juan Pablo II, han sido muchos los personajes históricos que han estado en este hermoso Monasterio.
ARTE
El Real Monasterio de Santa María de Guadalupe es un santuario también del arte, desde los detalles la propia arquitectura del edificio, con sus diferentes estilos constructivos, hasta los pequeños tesoros y reliquias, sin olvidar las importantes piezas de escultura, pintura y artesanía que posee.
Existe una valiosa colección de pintura, en la que destaca el conjunto de lienzos de Francisco de Zurbarán, destinados en su mayoría a decorar la sacristía, espacio al que los Jerónimos quisieron conceder, mediante las escenas de sus pinturas, una función didáctica de tal modo que los ocho padres representados ilustran los ocho principios de perfección de la vida monástica, completados con la imagen de su santo en La apoteosis de San Jerónimo, obra también de Zurbarán en el ático del retablo de la capilla.
Dentro de este espacio, en la bóveda de la sacristía, encontramos pinturas murales de Manuel Ruiz y Fray Juan de la Peña.
De Francisco Zurbarán también reúne el Monasterio en su Museo de Pintura y Escultura ocho lienzos pequeños que pertenecen a la predela del retablo de la capilla de San Jerónimo, pintados en Sevilla en el año 1645, y que poseen el encanto de la miniatura. Otra obra suya es la Imposición de la Casulla a San Ildefonso, en el Coro alto.
Como serie pictórica en el Monasterio, también destaca la que decora el Camarín de Nuestra Señora de Guadalupe, con pinturas de Lucas Jordan, que representan diversas escenas de la Vida de la Virgen, como la Huída a Egipto o la Anunciación.
Pintores también ilustres de quien el Monasterio tiene obras, son Domenikos Theotokopoulos El Greco, Goya, Juan de Mena, Adrián Isembrant y Juan Correa de Vivar, entre otros.
En cuanto a Escultura, son abundantes las tallas religiosas, comenzando por la de la propia figura de la Virgen de Guadalupe. Destacan las obras de Egas Cueman, con gran dominio de la policromía, y al que se atribuye el tríptico del Calvario, en el Museo de Pintura y Escultura, lugar en el que se encuentra también una pequeña talla de la crucifixión, posiblemente de Miguel Ángel y un Ecce Homo, atribuido a Pedro Mena, entre otras piezas. En el retablo mayor de la basílica, encontramos tallas de Giraldo de Merlo, y en las capillas, obras anónimas de la época, que poseen una gran calidad artística y técnica.